tener caracter
Descripción de la publicación.
Tener carácter.
Y escuchar las peores frases.
Escrito por: Lic. Juan Cruz Cúneo
Equipo de Autoinmunes en la Mujer.
Desde chica escuchaste las peores frases, “sos salvaje”, “sos explosiva”, “que mal carácter tenés”, “sos incontrolable”, “así te va a ir muy mal en la vida” entre muchas otras que se sueltan con una naturalidad abrumadora que solo tomas dimensión y consciencia cuando sos más grande. O, tal vez, aún no te diste cuenta del daño de esas palabras que te dijeron desde muy temprano. A las cuales hay que sumarle que te encerraban en el baño o te castigaban con violencia física, incluso te aislaban por mucho tiempo hasta “que se te pasara el berrinche”.
Fuiste creciendo convencida que tenías mal carácter, con reacciones explosivas y casi siendo “insoportable” para todo el mundo. ¿Nadie te ayudo a diferenciar el carácter de tus enojos? ¿Alguien se puso en tu lugar para ponerse a pensar por qué esa niña estaba reaccionando así? Cuanto más te enojabas peor era, porque tus reacciones te desbordaban y las respuestas eran más crudas, de mayor rechazo, de más castigo. Y así fuiste metiendo tus emociones hacia adentro y una mirada hacia vos misma que iba cambiando, que se iba cuestionando todo y cada vez más… ¿Seré yo realmente la del problema? Tenías tan solo siete u ocho años, a lo sumo diez.
Tu intensidad siempre fue rechazada, con una intolerancia que no podías creer porque eran tus padres. Y todo comenzaba a mezclarse dentro tuyo, tu carácter del que ya empezabas a desconfiar, tu intensidad que te la confundieron con ansiedad, con no poder quedarte quieta, tus enojos que se iban incrementando en la medida en que la incomprensión aumentaba y te sentías cada día más diferente a ellos, tu familia. Un círculo complejo, porque eras muy niña para poder manejar toda esta situación interna y externa. Y en casa, además, pasaban muchas cosas. Peleas entre ellos, discusiones que te abrumaban durante la noche porque no sabías en qué podrían terminar. Golpes, alcohol, infidelidades y cada uno de ellos reaccionando sin medir que estabas vos allí, en el medio.
Y el miedo en vos crecía, no querías traer más problemas a la casa. Pero tu carácter reaccionaba y, tal vez hoy puedas entender que no era una “reacción” sino que necesitabas externalizar toda esa tensión que se respiraba ahí, más todo lo que te iba sucediendo, más tus emociones en juego y tu personalidad. Hoy sabes que sí tenés carácter, porque te hiciste fuerte desde muy chica. Pero no tiene nada que ver con tener mal carácter ni reacciones desmedidas. Todo eso era lo que pasaba en tu casa y vos lo estabas absorbiendo porque eras niña, porque estabas entre medio. Porque era lo que fuiste aprendiendo de verlo todos los días.
Un carácter fuerte para sostener a tu madre pero que no podía expresarse ni reaccionar. Mucha personalidad que forjaste a la fuerza desde temprano que, sin embargo, no tenía permiso para decir lo que le pasaba y tanto pasaba por dentro que ya nadie sabia de tu mundo interno. Lo guardabas, casi que lo escondías todo lo que podías. Porque querías evitar los problemas, no querías sumar más de los que ya había en tu casa.
Hoy sabes que no tenes mal carácter y que todas esas frases duras que escuchaste fueron y siguen siendo injustas. Aunque, tal vez hoy en día seas vos misma la que se las repite como una canción que no se termina nunca. Y que te responsabiliza, que te castiga, que te intenta frenar, pero que siempre algo sale.
Esas frases durísimas son las que hoy no podes decirle a tu hija, si es que querés evitarle repetir la historia y que genere ella una autoinmune.
Hay que aprender a diferenciar carácter de mal carácter, de las emociones, de las reacciones y de las explosiones por acumulación. Porque se genera un daño enorme que es absolutamente innecesario.
Un daño que alimenta los síntomas autoinmunes.
Un daño que se produce por dentro, en el mundo emocional, en tu personalidad, en tu cuerpo.