la porosidad del intestino
Descripción de la publicación.
La porosidad del intestino.
La porosidad de la identidad en las autoinmunes.
Escrito por: Lic. Juan Cruz Cúneo
Equipo de Autoinmunes en la Mujer.
A esta altura se sabe que en muchas mujeres con diagnóstico de autoinmunes se encuentran rastros de un intestino poroso, por lo cual los cambios en la alimentación suman y mucho a una mejora en los síntomas y en el bienestar en general, por un doble beneficio, por la mejora en los alimentos consumidos y por la dedicación al autocuidado, lo que trae aparejado un trato más amoroso hacia sí misma.
Pero hay un dato importante en todo esto y es que la porosidad del intestino se correlaciona con la porosidad de la identidad en las mujeres con autoinmunes. ¿A qué nos referimos? La gran mayoría tiene una identidad constituida y conformada pero sus fronteras, sus barreras, los límites suelen ser muy permeables al afuera. Son barreras que diferencian pero no defienden lo suficiente ni con la efectividad necesaria, por lo cual sienten de manera abrumadora la invasión ajena; lo que suelen llamar como “soy hipersensible” o “muy emotiva”. En realidad, se debe a la porosidad de la identidad y no a una exageración de lo que sienten ni a una fragilidad, mucho menos a la vulnerabilidad de su persona.
Esta porosidad se corresponde con la del intestino y la reacción defensiva que se despliega suele ser muy parecida, porque se correlaciona el funcionamiento psicoemocional con el físico. Entonces, frente a la invasión de algún elemento de toxicidad para el mundo interno hay una reacción de rechazo, una inflamación que reconoce e identifica lo ajeno dentro y lo rechaza. Allí es donde se activan las defensas, en su condición autoinmune, y actúan dentro frente a aquello desconocido que no se termina de identificar como ajeno. Y aparece el síntoma.
Una mejora en la alimentación suma ya que no se incorporan aquellos alimentos que se sabe pueden generar toxicidad, pero frente a lo vincular no alcanza. Allí se deben implementar otros cambios más profundos y difíciles de identificar y reconocer que tienen que ver con una modificación de las defensas, de la manera de reaccionar y actuar frente a lo externo, dentro que ha invadido faltando el respeto al limite de la identidad, las fronteras. Allí es donde los cambios se vuelven muy necesarios porque si bien ya no se consumen alimentos tóxicos si se pueden seguir incorporando emociones ajenas, cuya toxicidad es igual de peligrosa o aún mayor que la del gluten o los lácteos para quienes tienen alergia.
La porosidad del intestino avisa de cierta porosidad de la identidad lo cual nos debería llevar a la revisión sobre las defensas psicoemocionales que desplegamos o no desarrollamos frente a las emociones ajenas en un vinculo con características autoinmunes. La mejora en las fronteras de nuestra personalidad, cuya finalidad es proteger y diferenciar nuestra identidad de la de los otros es un factor clave para mejorar la sintomatología autoinmune, las reacciones inflamatorias y el reconocimiento real de cómo es la persona, su carácter, sus emociones y sus sentimientos y así poder definirse mejor desde su propia mirada y no quedarse solamente con las etiquetas ajenas, especialmente aquellas que se han pegado desde niñas y nunca más se han podido modificar. Ni dejar de cargar sobre las propias espaldas.
La porosidad habla de las fronteras, del espacio de contacto con el afuera, de la diferenciación con los demás y de quién soy en realidad; lo cual permite un mejor funcionamiento, reacción y respuesta frente a las emociones y a los acontecimientos, frente a lo que sucede afuera para que no suceda por dentro y de esa forma no genere síntomas al activar las defensas, dentro de uno mismo.