el sintoma autoinmune
Descripción de la publicación.
El síntoma autoinmune.
Antes de aparecer en el cuerpo.
Escrito por: Lic. Juan Cruz Cúneo
Equipo de Autoinmunes en la Mujer.
Muchas personas creen que el síntoma es el comienzo de la “enfermedad”. Pero en realidad es el final de un camino, la externalización de todo un recorrido que empieza mucho más allá del cuerpo, antes de aparecer en el cuerpo. La Medicina se ocupa de ellos, los define y enmarca en sus diagnósticos, los medica, los trata, los intenta controlar y siempre los explica como partes de un cuadro más amplio, la “enfermedad” o el “trastorno”.
El Equipo de Autoinmunes en la Mujer explica que el síntoma es la manifestación final de un camino que empieza en una situación vincular y termina en el cuerpo. Queremos compartirles ese recorrido para poder comprender qué hay detrás, o mejor dicho antes, de la aparición de un síntoma, ¿qué se expresa en el síntoma?, y, por ende, nos permite marcar una dirección de trabajo para atenuarlos, para lograr que no se generen, para evitar su proliferación y así no tener que llegar a un diagnóstico. Este camino nos permite entender cada síntoma, su variedad, su formación y constitución y, lo más importante, desarticularlos. Porque hay un punto clave en las autoinmunes, ¿cómo se llegan a formar?, lo cual nos permite armar un abordaje para resolverlas.
Todos creemos, o creíamos, que un síntoma era el comienzo de una “enfermedad”, la primera manifestación de “algo” que nos estaba pasando en el cuerpo y que allí comenzaba un camino, encontrar un diagnóstico, tomar la medicación adecuada y sanar el cuerpo. Con el tiempo y la evolución, fuimos comprendiendo que no es así de sencillo y que puede ser, aún, más complicado. Se sabe que la medicación puede tapar los síntomas que son expresión de alguna otra cuestión, se pierde valiosa información y no siempre se mejora el cuadro completo; muchas veces se empeora con los efectos colaterales.
Un síntoma autoinmune es la manifestación final de un camino emocional que empieza en una situación con el exterior, especialmente en una situación vincular. Una pelea (o muchas), una descalificación, una traición, maltrato, la ira de otra persona, una agresión o varias constantes barren con las defensas de la persona, la perforan, la vulneran. Esta persona frena sus reacciones pero no sus respuesta (interna) a lo que sucede, lo que luego aparecerá en el cuerpo como una “inflamación”. El mundo interno da una respuesta, un mensaje, un acuse de recibo del impacto, del golpe, pero las defensas anulan la “reacción”, aquella acción que debería tener como finalidad actuar sobre lo que sucede, sobre el otro, sobre la situación. Pero no, por miedo, por culpa, por creer que se puede lastimar al otro o empeorar todo, las defensas frenan la reacción emocional. El enojo no sale, no se expresa, se queda dentro junto con la emoción del otro. Todo potencia el mundo interno, el cual tiene que intentar procesar toda esa carga emocional.
La emoción tiene una parte “psi” que es la concepción de lo que sucede, lo que nos permite comprender; tiene una parte emocional que es la carga de intensidad de lo que sucede y la cualidad (el tipo de emoción en juego); y tiene una parte física, toda emoción se siente en el cuerpo. Los tres niveles se ponen siempre en acción cuando sentimos una emoción, lo cual implica que debemos hacer algo en los tres planos, lo cual no siempre sucede.
Las defensas frenan la reacción y su externalización por lo cual la carga emocional (intensidad) y la cualidad se quedan dentro, se les suma el carácter propio y sus intensidades las cuales también son frenadas y se desvían hacia el cuerpo, porque allí se sepultan. ¿De qué manera? A nivel cognitivo (y psicológico) se intenta anular la comprensión de lo que sucede, las defensas psicológicas actúan para distorsionar el entendimiento, empiezan a dudar de lo que entendieron, desconfían de sí mismas, alimentan las inseguridades y debilitan la confianza para que no se reaccione; eligen creer que fueron ellas las que generaron esto, entonces mejor no decir nada. Esas son las defensas actuando a nivel psicológico, con lo cual la intensidad emocional cambia de dirección y no va hacia afuera; se vuelca hacia adentro, hacia “abajo”, y se tiene que alejar del afuera, entonces se sepulta en el cuerpo.
Pero como también está la intensidad propia, la del carácter o mismo la de todas las otras situaciones anteriores acumuladas; esa intensidad no se tolera en el cuerpo y busca “otra” salida. Una nueva salida para el dolor, para la bronca, para las emociones acumuladas, pero a través del cuerpo, que sigan siendo “propias” para no lastimar al otro.
Aparece el síntoma autoinmune.
Después de un largo (o muy corto) recorrido desde el vínculo y el afuera, pasando por todo el mundo interno psicoemocional, hasta llegar al cuerpo; por donde va a salir aquella carga emocional que se había originado allí, en el exterior. Empieza afuera y vuelve al afuera, pero a través de una misma.
Allí recién actúa la Medicina.
Pero antes, hay mucho por hacer. Esa es la importancia de lo psicoemocional en la aparición de un síntoma; en su remisión, en su alivio y en el cambio para que no se vuelvan a suceder.
Nunca más.