el cuerpo autoinmune
Descripción de la publicación.
El cuerpo autoinmune.
¿La cárcel de las emociones y los recuerdos no olvidados?
Escrito por: Lic. Juan Cruz Cúneo
Equipo de Autoinmunes en la Mujer.
Vamos a hablar de él, tu cuerpo. El que no sabés lo que le pasa, al que ya no entendes desde hace tantos años. Tu cuerpo, al que señalaron como tu enemigo, al que tanto castigaron, del que tanto has desconfiado no es más que un amigo que carga la mochila de las emociones y los recuerdos. Tu cuerpo, hoy podríamos llamarlo “tu cuerpo autoinmune” no es nada de lo que venías pensando ni nada de todo lo que te dijeron. Tu cuerpo sos vos misma, ni más ni menos. Y no sos tu enemiga, deberías saberlo. Así que hablemos del cuerpo, desde otra mirada, con otra templanza y escuchando lo que tiene para decir. Tu cuerpo, el cuerpo autoinmune no te está atacando ni quiere que sufras.
Él te está diciendo otra cosa.
Tu cuerpo cuenta tu historia, esa que has intentado olvidar. Esa que tanto pesa por sus emociones y por la cantidad de escenas que te han dolido. Tu cuerpo es donde se han sepultado los recuerdos no olvidados y las emociones más dolorosas. Es un cuerpo viviente que no pierde la memoria, mientras vos seguís adelante y para que puedas hacerlo. Es un lugar de entierro, donde afloran los síntomas. Es el lugar de los silencios, de las palabras no dichas que gritan a través de su dolor. A veces gritan de dolor, otras tantas veces grita de bronca. Una veces arde como el fuego que quema, mientras que otras veces se deshace sin que lo quieras. Por momentos, se seca y pierde toda su flexibilidad, es una manera en la que denuncia lo que le está pasando a tu mundo emocional.
Tu cuerpo te cuida, para que vos puedas continuar con tu vida pero no se olvida lo que has vivido. Tu cuerpo sufre los juicios condenatorios de los profesionales, se banca que lo mires con odio y soporta la lejanía de tu rechazo. Está ahí, acompañando, muchas veces incomprendido y, otras tantas, mal leído; ignorado e incomprendido, a veces parece un mendigo cargando su pequeña mochila de recuerdos. Atacado, sometido y vapuleado, medicado al extremo, hinchado de los remedios que lejos están de sanar lo que le pasa. Agobiado por las circunstancias, dolido por lo que le hacemos. Sólo grita, el dolor que silenciaste. Te recuerda, lo que vos querés olvidar todo el tiempo.
El cuerpo no es tu enemigo, es una cárcel donde guardamos los recuerdos que no olvidamos, pero que debemos encerrar para poder continuar. Hasta que se pueda. El cuerpo no es quien te pone el freno, es el que te avisa que no se puede seguir más. Es al que le desconfías, sin embargo, es el más confiable de tu mundo. Es el que guarda todo lo que te ha sucedido, durante años y en silencio. Es el que te dice, como puede y con avisos, que no sigas aceptando lo que viene de afuera, porque no es justo, porque te duele, porque te lastima. Es el que te habla, todos los días, con cada mancha, con cada herida, con cada sensación. Y al que, tantas veces, le damos vuelta la cara e ignoramos sin medir el daño que nos hacemos.
El cuerpo es quien carga con tu desconfianza. Lo mirás y lo evaluás, lo examinas con esa forma distante como si fuera de otro, como si fuera de tu peor enemigo. Y lo único que te ha dicho, durante todo este tiempo, es que aquello vivido sigue vivo dentro tuyo. Lo único que te dice a diario es que las emociones y los sentimientos, están vivos y doliendo en ese lugar que ya te acostumbraste a tratar como ajeno.
Es tu cuerpo, sos vos misma. Es tu historia de vida, es donde quedan escritos tus recuerdos. Es donde viven tus sentimientos, es el refugio de tu alma. Es el capullo que alberga tu vida, no sos tu enemiga. Tampoco lo sos de tu cuerpo. Tu cuerpo es la herramienta más fuerte y dura que has desarrollado durante toda su vida, mirá lo que aguanta a diario.
Empezá a mirarlo con orgullo y con amor. Es donde sepultaste el dolor, las broncas y las amarguras. Es donde están tus recuerdos, tus olvidos no olvidados y tus sensaciones que mal te han enseñado a leerlas, comprenderlas y vivirlas.
Tu cuerpo eres vos misma.
Es tiempo de amigarte y aliviarle la carga.
Es tiempo de mirarte de otra manera y vas a ver que el alivio llega.
Vas a ver que podes sanarte por dentro y por fuera.