circulo de la cronicidad
El círculo de la cronicidad. ¿Cómo se generan las enfermedades crónicas? Autoinmunes en la Mujer Escrito por: Juan Cruz Cúneo.
El círculo de la cronicidad.
¿Cómo se generan las enfermedades crónicas?
Autoinmunes en la Mujer
Escrito por: Juan Cruz Cúneo.
Muchas veces se habla de las “enfermedades crónicas” con cierta ligereza o con mucho preconcepto. Desde la Medicina se las etiqueta y rotula desde su origen, y por llevar ese nombre o pertenecer al grupo de esas “enfermedades” se las define como “crónicas” aún si no ha pasado el tiempo suficiente. Para ser bien claro, si el diagnóstico se corresponde con alguno de esos grupos, entonces se decreta la cronicidad aún si la persona tiene tan solo cuatro años o si sólo lleva de dolencias y síntomas unos pocos meses. Se condena el futuro de esta manera, se le cierran las esperanzas al paciente; se ha construido un preconcepto que estipula que “esas enfermedades” se van a seguir viviendo todo el resto de la vida. Y esto puede no ser así.
La cronicidad de las enfermedades está dada por la cronicidad de las situaciones que la han generado y la siguen alimentando. No hay “enfermedades” que nacieron crónicas y otras agudas. Debemos pensarlas sin darles autonomía ni vida propia; tenemos que ir más allá, a la profundidad de la historia, a los orígenes y los comienzos reales que expliquen lo que está sucediendo. Que nos permitan comprender el principio de todo y por qué eso se mantiene. La cronicidad está en la repetición cotidiana de lo que daña, lastima o alimenta las emociones dañinas; en la convivencia con el que perjudica; en la cotidianeidad del estilo de vida; en la diaria que nos han enseñado y no pudimos, aún modificar; en el encierro de creer que “esto” es para toda la vida y que no existe ninguna salida posible; en el diagnóstico que ha condenado hace años, no sólo al cuerpo, sino a la mente y a la identidad; en esas palabras que dañan en cada día, en esas actitudes peligrosas para la integridad de cualquiera; en esos abusos que se esconden en el silencio de la complicidad o en el silencio de la ignorancia negadora; en esos sucesos que no se pudieron procesar y que siguen dañando por dentro. Y así la lista puede ser más extensa, de estas situaciones crónicas que conviven con uno, a diario; y enferman porque las emociones del otro se viven adentro. Y, a veces, uno se defiende como puede.
Las situaciones crónicas tienen una doble capacidad de daño. La primera está dada por las circunstancias en sí mismas, sea la desvalorización, el maltrato, la violencia, la humillación en todas sus formas ( y las hay muchísimas en la vida cotidiana de una pareja o de los padres con sus hijos); en la intención de daño, ya sea por el egocentrismo de una madre, por su competencia y envidia hacia su hija, porque va a tener la vida que ella no ha tenido, porque le enseña lo que ha aprendido, aun sabiendo que eso no es calidad de vida. Miles o millones son las formas en que las situaciones pueden tener esa potencialidad de daño, a través de la capacidad antígena de las emociones. La segunda forma o manera del daño está dada por lo cotidiano; por esa repetición sostenida a lo largo del tiempo que compromete al sistema defensivo y no le permite recuperarse. Produce mucho desgaste estar todo el día a la defensiva, ya sea a nivel psicoemocional como físico; esto lleva a producir niveles tan altos de estrés que se vuelven imposibles de tolerar para el cuerpo, se van dando de manera sutil, pero a lo largo del tiempo desgastan de una manera implacable.
En esta doble capacidad está la verdadera potencialidad del daño de la “cronicidad” que produce la virulencia de los síntomas y las dolencias de las llamadas “enfermedades crónicas”. La corrosión de esas emociones haciendo estragos por todo el cuerpo y por la identidad, alimentadas todo el tiempo mientras no alcanzan los recursos internos para ir limpiándose. Entra más de lo que sale y el desgaste de vivir así es insoportable, desgasta, desmoraliza, desmotiva y termina lastimando, también. Mientras se van agotando las propias energías y ese debilitamiento tiene como efecto la permeabilidad y la caída de los límites; es decir, que cuanto más crónicamente se viven estas circunstancias, menos límites se van poniendo y más son las emociones que van permeabilizando las fronteras y las barreras de la identidad. Así se forma el “círculo de la cronicidad” y sus consecuencias suelen ser muy graves.